J. Peña
Hoy en día, pensar en la industria cinematográfica es casi un sinónimo de pensar en Disney. Desde hace ya muchos años, el pequeño ratón ha ido haciéndose, poco a poco, con el monopolio de la cartelera. Todo empezó con la compra de Pixar, seguido de Marvel, Lucas Films y Fox.
Durante los años 70, el cine de Hollywood era algo muy distinto. Cintas como El Padrino, Rocky o Taxi Driver contribuyeron a conformar la época de oro del cine. Todo eso cambió con la llegada de Star Wars, que convirtió al cine de autor en una amalgama de sagas, precuelas y secuelas que reinarían por Hollywood a sus anchas.
De hecho, el público objetivo pasó a ser un público más joven. Mientras la meta anterior era el trato de temas controvertidos enfocados para adultos, durante los 80 se empezaron a crear películas familiares con mucho menor carga crítica y que buscaban conmover de forma sencilla. Así nacieron películas como E.T. o grandes sagas estiradas hasta el absurdo, como Indiana Jones o Los Cazafantasmas.
Fue entonces cuando, George Lucas, creador de Star Wars, decidió vender su propiedad intelectual a Disney con tal de poder desencasillarse y probar corrientes artísticas diferentes. El propio productor aseguró en una entrevista que “si no haces nada que no sea una secuela o una serie, no la harán” y que “demuestra una terrible falta de imaginación y miedo a la creatividad”.
Actualmente, Disney conforma un 48% del monopolio de la industria del cine. Esto implica que, si ellos no quieren tu película, has perdido la mitad de las oportunidades que Hollywood puede brindarte. Mientras otros productores pretenden crear cintas revolucionarias mediante el tan popularizado cine de autor, ellos continúan creando refritos de sus viejas glorias.


Es difícil pensar en películas que en su día fueron rompedoras y que puedan salir hoy a cartelera sin problema. El ejemplo más claro es Matrix que, si bien fue una revolución en su momento, en pleno 2020 no tendría ninguna cabida. Sin ir más lejos, se está rodando una secuela de la película de las hermanas Wachowski, lo cual refuerza el argumento de que, si algo funciona, no te arriesgues, no lo cambies.
Podríamos resumir la variedad actual de películas en remakes de Disney y secuelas del Universo Cinematográfico de Marvel. Los superhéroes han venido para quedarse y popularizar la cultura friki, terminando el trabajo que Star Wars empezó en su momento.


Sin embargo, todas las películas de dicho Universo parecen ser un calcado de la anterior. Se ha creado una homogeneización de temas y narrativa que, aunque a simple vista puede no parecer del todo así, es innegable que existe.
Obras como Black Panther parecen ser otro intento del ratón de llevarse un trozo del pastel con la corriente de diversidad que está surgiendo actualmente. Una película que se supone trata sobre el orgullo racial afroamericano acaba siendo una cinta insulsa con un protagonista intercambiable perfectamente con el resto del plantel.
Esa es la característica más notoria de que Disney se niega a innovar, pues sus héroes siguen todos el mismo camino y evolución, sin excepciones. La última vez que presencié una subversión de la figura del héroe y un camino y destino diferentes para nuestro protagonista fue en Shrek, estrenada en 2001.
Es por eso por lo que icónicos productores de cine se han revelado contra la corriente que Disney ha establecido en la industria cinematográfica. Personalidades como Martin Scorsese, Francis Ford Coppola y Ken Loach han categorizado al ratón gigante como “despreciable”, y se refieren a sus películas de superhéroes afirmando que “no son cine”.
Sin ir más lejos, de las 20 películas más taquilleras de la historia, 15 son propiedad de Disney. No solo eso, sino que cintas como El rey león, una adaptación de la película original estrenada en 2019, ocupa el séptimo puesto en la lista, al igual que las tres películas de Avengers ocupan el primer, quinto y octavo puesto, respectivamente.


Esto demuestra la realidad de la situación actual. El problema de Disney es que, mientras ellos nos siguen arrojando a la cara refritos y películas sin alma ni creatividad, nosotros respondemos gustosos. Alan Moore, productor de Watchmen y V de Vendetta, decía que “No hay que darle al público lo que quiere, sino lo que necesita”.
A raíz de esta declaración con la que no puedo estar más de acuerdo, nacen películas como Joker. Una película que a simple vista parece ser otra secuela más del cine de superhéroes pero que, en realidad, es una obra sobre la aceptación social, los prejuicios y la naturaleza humana. Contra todo pronóstico, esta cinta ha sido éxito en taquilla y nominada a los Óscar 2019. La verdadera razón de todo esto es que ha sido producida bajo la marca de DC Universe, pese a que, aunque cambiemos el nombre del protagonista y la ciudad por otros, seguiría siendo excelente.
La conclusión es que tenemos que empezar a vislumbrar una forma de salir de esta espiral de autodestrucción cinematográfica en la que estamos sumidos, y no perdonar ni acatar todo lo que los gigantes del cine nos digan que es la tendencia. De esta forma, con mucho constructivismo y crítica, podremos dar paso a grandes obras y a otras formas de disfrutar la narrativa audiovisual. Ese es el insecticida más fuerte contra esta plaga de ratones.