Viajemos en el tiempo hasta el 25 de mayo de 1958 para ser partícipes de la fiesta popular que se vivió en una ciudad que de por sí ya se encontraba en fiestas, ya que coincidía con la celebración de la Feria de Nuestra Señora de la Salud. Un día memorable, según las crónicas. Desde primera hora, un sinnúmero de cordobeses y cordobesas acudió a la llamada de la inauguración de su nuevo aeropuerto, construido en un tiempo récord, tras la aprobación en el pleno extraordinario celebrado el 31 de diciembre de 1956, del presupuesto para la construcción de dicha infraestructura, el primero en España de titularidad municipal y en la que participaba la Diputación Provincial con una subvención de 7 millones de pesetas. «Desde bien temprano, millares de personas, en autos, motos, bicicletas y demás medios de locomoción, se dirigían al Aeropuerto para asistir a su inauguración. Gran número de cordobeses fueron a pie y resultaba fantástico ver aquel cordón interminable que caminaba hacia los cortijos `Quintos y Lavadero´donde está emplazado el Aeropuerto«, publicaba el diario CÓRDOBA dos días después del acontecimiento.








Allí se encontraban absolutamente todas las autoridades civiles, militares y, por supuesto, eclesiásticas, ya que el obispo Fray Albino fue el encargado de bendecir las nuevas instalaciones. A las diez de la mañana, un Junkers Ju-52 del Ejército del Aire procedente de Sevilla aterrizó llevando a bordo al general Pardo, jefe del Estado Mayor de la Región Aérea del Estrecho, y media hora después otro aparato tomaba tierra transportando al teniente general González Gallarza, jefe de la Región Aérea del Estrecho, saliendo a recibirlo al campo de aterrizaje los gobernadores civil y militar; Juan Victoriano Barquero y José Sotelo García, respectivamente; el presidente de la Diputación, Rafael Cabello de Alba y el alcalde de la ciudad, Antonio Cruz Conde, bajo los sones del himno nacional interpretado por la Banda Municipal. Minutos más tarde, le toco el turno a un avión de la compañía Aviaco, un cuatrimotor De Havilland DH-114 Heron, que transportaba a diez invitados más a la puesta de largo de la nueva joya de la corona de la ciudad, tras la apertura dos años antes del Hotel Palace, al que se unieron ese mismo año el Zahira y El Brillante y que en dos años más inauguraría tanto el Parador de la Arruzafa como el Camping Municipal y que constituían un más que importante reclamo para atraer turistas a la ciudad. No faltó de nada, ya que hubo incluso una exhibición aérea de varias patrullas de aviones Heinkel 111 «Pedro» y de cazas Messserschmitt 109 fabricados en España, que tan buen resultado dieron a la Luftwaffe años atrás, volando en formación, y que hicieron las delicias del público allí congregado. La aviación a reacción en nuestras fuerzas aéreas aún estaba en mantillas, pero el cielo cordobés deparó una sorpresa a los asistentes, ya que fue surcado por el prototipo del Hispano Aviación HA200 Saeta, con matrícula civil EC-AMM, que podemos contemplar hoy en el Parque Aeronáutico de Cataluña, ubicado en el aeropuerto del Prat, y que habría de convertirse en punta de lanza de la aviación militar española como avión de entrenamiento, reconocimiento fotográfico y ataque al suelo hasta su retirada en 1980 y que se encontraba realizando exhibiciones por varios países de Europa en busca de encargos, incluyendo los del Ministerio del Aire.
Como comentaba el diario de cabecera cordobés en su portada el día de tan señalado acontecimiento: «Con la bendición e inauguración del aeropuerto se abren esta mañana, a todos los rumbos, los acogedores brazos de nuestra ciudad hospitalaria, para todos los que vengan por los caminos del aire. Córdoba, aparte del beneficio material que esto supone, expande así su renombre, confirma su hospitalidad y da al traste con todos los tópicos que la suponían retraída u muda, como una de aquellas ciudades de la triste épocas demoliberal con cartelón de ciego y lazarillo, luces de gas y melancólicos suspiros de provincianitas que llenaban con notas del piano las calles sin pavimentación ni alcantarillas«. Se cumplen en unos días sesenta y cinco años de la inauguración del aeropuerto cordobés y su historia ha sido más bien gris, mediocre y alejada del fin para el que estuvo previsto en un inicio. Recibir vuelos de pasajeros. Han desfilado numerosas compañías aéreas por aquí y el resultado siempre ha sido el mismo. Cierre del servicio por falta de pasajeros, por tanto, por falta de rentabilidad. Ya fueran los vuelos a Madrid, Barcelona, Baleares o Melilla. Y la llegada del AVE no ayudó en nada a consolidar este servicio.
Fueron los años del despegue de Córdoba no solo a nivel de infraestructuras, sino de puesta en valor de restos arqueológicos y monumentos y que cambiaron radicalmente el mapa de la ciudad, todo hay que decirlo, gracias también a la intermediación del, a la sazón, suegro de Cruz Conde, Fernando Suárez de Tangil, el ministro de Obras Públicas al que todos conocemos como el Conde de Vallellano. El momento culminante de aquella intensa mañana se producía minutos después, ante la atenta mirada de miles de personas que se encontraban junto a la pista, cuando aterrizaba un aparato de la compañía de bandera Líneas Aéreas Españolas Iberia, un DC-3, concretamente, del que desembarcaron el director general de Aviación Civil y el presidente y consejeros de esta línea aérea, que acababa de cumplir 30 años desde su creación. Córdoba recibía así, en olor de multitudes, a su primer «gran» avión de pasajeros.
El aparato, un modelo americano de la factoría Douglas, formaba parte de una partida de ocho que había comprado Iberia a finales de los años 40 para sus rutas nacionales y que había sido construido en 1943. Era, por tanto, parte del excedente de aviones de este tipo que, bajo la denominación C-47, se habían construido en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial tanto para el transporte de carga como de pasajeros. La matrícula asignada al número 42 de la flota de Iberia era EC-ABC. Fatídicas letras.








Caprichos del destino, ese avión que participó en la inauguración del aeropuerto cordobés sería el mismo que el 29 de abril de 1959 despegó de Barcelona con destino a Madrid a las dos y cuarto de la tarde y que no llegaría a Barajas…jamás. Una intensa tormenta sobre Calamocha forzó al piloto a variar la ruta planeada tras haber consultado con la torre de control. Poco tiempo después de haber establecido este último contacto por radio, el avión se estrelló a sesenta metros de la cima del Cerro del Telégrafo, un paraje de la sierra conquense cercano a Valdemeca, posiblemente debido a la falta de visibilidad en la zona que impidió al piloto advertir el formidable obstáculo. Se había estrellado el EC-ABC y la noticia corrió como la pólvora, ya que tres vecinos vieron caer el aparato y se dirigieron al lugar del siniestro y se dio rápido aviso a la Guardia Civil. Había ocurrido una tragedia.
Un accidente que acabaría con las 28 vidas a bordo, 25 pasajeros y tres tripulantes, y en el que hallaría la muerte una gloria deportiva nacional, un gimnasta llamado a ser el atleta más destacado del equipo español en la Olimpiada de Roma de 1960. Realmente, la única opción clara de medalla. El rey de los aparatos de gimnasia y dominador como nadie de las anillas. Campeón de España desde 1949 hasta el mismo año de su muerte y campeón de Europa en 1957 en varias modalidades, a lo que hay que sumar cinco oros en los Juegos del Mediterráneo de 1955, entre otros logros deportivos. Nos referimos a Joaquín Blume, que perdió la vida a los 25 años.








En dicho accidente del DC-3 perecieron Joaquín Blume y su esposa (dejaron huérfana a una niña de nueve meses) y el resto de pasajeros, entre los que se encontraban otros atletas que iban a participar, junto a Blume, en varias exhibiciones deportivas en Canarias, además de los tres tripulantes, 28 personas en total. Douglas DC-3 de Iberia matrícula EC-ABC. Del que, por cierto, hay una réplica exacta en el aeropuerto de Málaga. Uno de los tres de ese modelo que ese mismo año se estrellaron en nuestro país. El avión que desató el júbilo en Córdoba y que provocaría, menos de un año después, el pesar de toda una nación, que perdía a uno de sus mejores atletas. Y en aquellos tiempos de apertura del Régimen al exterior, éste perdía a una de sus principales figuras de cara a la propaganda. Y, como en una macabra pirueta, el 13 de mayo de 2000, durante las pruebas de cara a la celebración de un festival aéreo en Córdoba, un HA200 Saeta se estrelló en el aeropuerto, causando la muerte de su piloto y del mecánico de vuelo.