El 24 de septiembre de 1932, a las seis y media de la tarde, se inauguró en Córdoba un moderno cine, que se unía al Cine Alkázar, inaugurado dos años antes, a la incipiente oferta de salas de cine de la ciudad: el Cine Góngora. De su explotación se encargaba la «poderosa» empresa Sociedad Anónima General de Espectáculos.

«El Cine Góngora es indudablemente uno de los salones de espectáculos más bonitos de España. En la instalación no se ha omitido detalle para hacer agradable la estancia en él. El lujo que en él preside se completa con la comodidad para el público«, rezaba la información del Diario de Córdoba del día del estreno. El autor del proyecto fue el arquitecto madrileño Luis Gutiérrez Soto, especializado en este tipo de construcciones, y que nos ha legado el único edificio de la corriente racionalista que existe en Córdoba.

«El alumbrado, por luz indirecta, en colores cambiables, sorprende muy agradablemente. Tiene el Cine Góngora las siguientes localidades: 700 butacas, doscientos sillones de entresuelo (que es la entrada de más precio), delantera de entresuelo y doce palcos laterales y cuatro de fondo. Como departamentos accesorios se ha instalado un salón de té, desde el que se ve la sala y un bar. Este se ha instalado en el hall, que como las demás dependencias, es bastante lujoso«.

Realmente, se trataba de la sala de más postín de la ciudad, enclavada a pocos metros de la recientemente renovada plaza en aquellos tiempos de la República y que se asentaba en lo que en un ya lejano tiempo para la época ocupó el solar el desaparecido convento de Jesús María de religiosas Mínimas. Pero no acababan ahí las excelencias del Cine Góngora, ya que se le dotó de un espacio para la proyección de películas en verano:

«Remata el edificio una amplia terraza en la que se exhibirá el cine durante los meses de verano. Para subir a ella se utilizarán dos ascensores extrarrápidos con el fin de que el público no sufra molestias. En dicha terraza, situada a muy considerable altura, podrán acomodarse hasta quinientas personas. Para la proyección de películas hay una doble instalación sonora de aparatos Pacent Reproducers Sistems, que son los más modernos que se conocen«. Vamos, la sala mejor equipada de la ciudad, bien situada, con capacidad técnica para acoger representaciones teatrales y dotada de algo fundamental para combatir los rigores caniculares y las estaciones en las que el calor se asentaba aún fuera de época…o el frío, que también lo hacía en 1932.

«La temperatura en el salón es siempre agradable, pues tiene instalaciones de calefacción, ventilación y refrigeración graduales. El Cine Góngora no solo se utilizará para proyecciones cinematográficas sino que actuarán también en él Compañías. El local está dotado con un magnífico servicio contraincendios tanto en el escenario como en todos los demás departamentos, ofreciendo grandes seguridades para el público«, Vamos, lo dicho. Una sala a todo lujo y confort…y dotada de un completo equipo de seguridad para el público asistente ante la aparición de un fuego, ya que aún flotaba en el ambiente el incendio del Teatro Novedades de Madrid el 23 de septiembre de 1928, que se saldó con 80 muertos.

Y llegó la hora esperada, la apertura de puertas de tan imponente y moderna sala que iba a hacer las delicias de varias generaciones de espectadores. «Cuantas personas asistieron a la inauguración quedaron admiradas de la suntuosidad de este coliseo que honra a Córdoba y que será un nuevo templo del arte que aumente la cultura de nuestra ciudad. Las señoras y señoritas, a la entrada, fueron obsequiadas con ramos de flores«. Eso sí, por otro cronista del evento supimos que también había habilitada «una sala de fumar« y que «una avería en los transformadores retrasó algo la función de cine, que se ajustó al excelente programa anunciado, con una bonita e interesante película como base del programa (…)».

Hasta aquí, el «tráiler» de la noche. Pero vayamos al film que iluminó por vez primera la pantalla del Cine Góngora, convertido en un clásico al discurrir de las décadas. El programa de estreno de la sala más moderna y confortable que Córdoba ponía al servicio del público con una película que, según se hacía constar en la publicidad, era riguroso estreno a nivel nacional en dicha sala de una producción Paramount de campanillas.

«Proyectóse primeramente una cinta con maravillosas vistas de Hong-Kong y después otra de dibujos. Como fin de programa se exhibió la superproducción sonora El Expreso de Shanghay, cuyo principal papel ha sido interpretado por la famosa estrella Marlene Dietrich» (Quien, valga el dato, había alcanzado el estrellato de manera fulminante gracias a El Ángel Azul y Marruecos, en 1930 y 1931, respectivamente). 

«Más que el argumento, basado en un episodio revolucionario hábilmente mezclado con una novela sentimental, lo que admira en `El expreso de Shanghay´es el arte insuperable de Marlene Dietrich. Ella es la que con su exquisita sensibilidad da emoción a la escena y la transmite al público. Es la mujer fatal que conserva la pureza de su alma para un hombre cuyo cariño lleva en lo más hondo del corazón. Marlene Dietrich es en `El expreso de Shanghay´ la mujer sin nervios que no siente el peligro de su vida. Ni un grito ni un gesto de dolor. Todo en ella es resignación, serenidad, sacrificio, porque vibra en su pecho el sentimiento de un amor que es más fuerte que todas las vicisitudes de su existencia, Clive Brook y Anni (sic) May Wong destacan también mucho en sus respectivos papeles. `El expreso de Shanghay´obtuvo envidiable éxito y el público consideraba como un acierto de la Sociedad Anónima General de Espectáculos el haber escogido para la inauguración del Cine Góngora tan interesante producción».

Hubiera estado bien, muy bien, que para conmemorar el aniversario del Cine Góngora (ahora solo teatro, vaya usted a saber porqué) hubieran sopesado el proyectar esta película para aficionados al cine, nostálgicos, fans irredentos de la Dietrich, o simplemente curiosos, que aún los habrá, para dar a conocer a los que allí se hubieran congregado una página de la historia del espectáculo en Córdoba y donde tantas y tantas tardes de buen cine, regular o simplemente malo han pasado miles de cordobeses y cordobesas desde su apertura tal día como hoy de 1932 hasta su cierre en 1997 como sala de cine y teatral y que fue restaurado tras años de estar cerrado y ofrecer una de las postales más tristes del centro de la ciudad. Imagen aquella que nos recuerdan a diario en nuestros paseos el cerrado Cine Alkázar (inaugurado en 1930) o el Isabel la Católica (que abrió sus puertas en 1968), ya que el Palacio del Cine ya no es ni sombra de recuerdo para muchos habitantes de la ciudad.