LAURA GARCÍA – INSITU DIARIO
La zona turística más concurrida de Córdoba se ha convertido en un desierto. El coronavirus también ha arrasado con el murmullo de viandantes extranjeros, guías turísticos y, sobre todo, con el negocio de los comerciantes que radican sus establecimientos en los alrededores de la Mezquita-Catedral. La desescalada no ha alcanzado, por el momento, las calles de la Judería, que parecieran hallarse todavía en la fase 0.
Sobre el asfalto pedregoso de sus calles únicamente se escucha el silencio, interrumpido en ocasiones por el sonido de algún tímido viandante, deportista o ciclista que aprovecha la tesitura para realizar actividades inusuales de la zona.
Los comercios, en la cuerda floja
El Café Viena, a medio camino entre el centro de Córdoba y la Judería, deambula sobre la cuerda floja y se mantiene «sobreviviendo», a la espera de la apertura de instalaciones como el Conservatorio de Música y la Escuela de Arte Dramático. «Cero, eso es lo que vemos ahora. Cero clientes, cero turistas, cero actividad», indica José Antonio Velasco, encargado del negocio de la plaza Ángel de Saavedra. De las siete trabajadoras que tenía a su cargo, solo ha podido sacar del ERTE a dos para hacer frente a la clientela «de barrio».
Haciendo esquina en la calle Judería se encuentra la jamonería Viandas, un establecimiento que lleva en funcionamiento desde el pasado jueves. «Estamos intentando ampliar mercado, hacer cosas que antes no hacíamos, como vender a domicilio, y para eso hay que empezar a hacer esfuerzos antes de tiempo y darnos a conocer al cliente cordobés«, señala Kiko, trabajador del negocio. Asegura que ni en temporada baja se habían encontrado antes en una situación similiar y apela al turismo de provincia y a la apertura interprovincial de fronteras para salvar la situación.
«Yo no he cerrado el estanco en ningún momento porque lo catalogaron como servicio esencial, pero lo cierto es que el negocio ha caído un 93%, en picado». Ángel regenta un estanco en la calle Deanes, un pequeño espacio donde ha tratado de mantener su negocio arduamente. Tras un muro de metacrilato con el mensaje #TuSeguridadEsLaNuestra, Ángel atiende a los clientes que entran de forma esporádica, esos que forman el 7% restante, cordobeses y vecinos de la zona.
En los Jamones Faustino Prieto también juegan a reinventarse, «bajar precios, hacer pedidos a domicilio y hacer todo lo que es puede», señala Nani, única trabajadora que se ha podido reincorporar a su puesto de trabajo. La calle Jesús María se encuentra de paso hacia la Judería y es, por lo tanto, un lugar de paso recurrente para turistas. El avance a fases más relajadas de confinamiento no ha sido de gran ayuda para el comercio: «Vendía más antes que ahora, supongo que porque cuando estaban todos confinados pensaban más en comer y ahora piensan más en gastar el dinero en otras cosas», defiende Nani.
Con el mayo cordobés contando sus últimos días y la entrada de la temporada estival -con sus previsibles elevadas temperaturas-, el verano se presenta más incierto que nunca para la supervivencia económica de los negocios turísticos.