La llegada del autogiro sacó a Córdoba a la calle

El sábado 24 de febrero de 1934, a las diez y media de la mañana, un extraño artefacto surcó el cielo de Córdoba hasta tomar tierra en el Aeródromo de La Electromecánica

Juan de la Cierva

Volamos hacia 1934. Un año convulso en la moderna historia de España y que provocó unos polvos que derivarían en unos lodos que aún siguen enfangando el presente de este país. El sábado 24 de febrero de 1934, a las diez y media de la mañana, un extraño artefacto surcó el cielo de Córdoba hasta tomar tierra en el Aeródromo de La Electromecánica. Se trataba del autogiro La Cierva, pilotado por su inventor, quien se encontraba realizando una gira por España mostrando el fruto de su trabajo. Algo así como el Lindbergh español pero sin cruzar el Atlántico. Desde muy temprano comenzó a afluir gente al campo de aterrizaje para dar la bienvenida y rendir homenaje al aviador (algo muy propio de aquella época en que, salvo el vuelo del Plus Ultra en 1926, no teníamos proeza aeronáutica que llevarnos a la boca) y para presenciar los vuelos del autogiro. Todo estaba preparado para su llegada. A primera hora llegaron de Sevilla cinco avionetas y una patrulla de la base aérea de Tablada, que serían posteriormente su escolta.

Autogiro en 1934 sobrevolando Barcelona
Pascual Calderón Uclés alcalde de Córdoba

Considerado como un día de fiesta para la ciudad, el alcalde, Pascual Calderón Uclés, al que le quedaban menos de tres meses en el cargo, dirigió al vecindario la víspera una alocución a través de un bando municipal en el que informaba de que «mañana sábado (…) esperamos que pose en Córdoba, en el campo de aterrizaje de Electromecánica, el insigne ingeniero, honra de España, don Juan de la Cierva y Codorniu, tripulando el autogiro de su invención. Si la ciudad representada por sus autoridades y sus vecinos, no estuviera acostumbrada, desde antiguo, a mostrar su generosa hospitalidad, acogiendo con agrado y agasajando a los que vienen a ella, insistentemente invitados, fuera en esta solemne ocasión el mérito del ilustre hombre de ciencia que mañana va a mostrarnos el resultado de sus interesantes estudios y trabajos, el fruto de sus privilegiados talentos, motivo más que suficiente para que todo el vecindario, autoridades, corporaciones, comerciantes, industriales, obreros, escolares y pueblo de Córdoba, en inmenso concurso, se apreste a acudir al lugar en que ha de detenerse la aeronave y en el que, por la bondad del señor de la Cierva, vamos a presenciar las experiencias que él realice en su autogiro«.

Vamos, que don Pascual quería que toda la ciudadanía estuviera a las diez y media de la mañana clavada en terrenos de «la Letro», puesto que se dirigió a los presidentes de los gremios comerciales de la ciudad, con el ruego de que cerrasen sus establecimientos ese día «para dar mayor esplendor al recibimiento que la ciudad ha de hacer al insigne ingeniero, inventor del autogiro señor La Cierva«. Y no satisfecho del todo, también a través de la prensa, solicitó a los industriales que llevasen a cabo dicho cierre de diez y media a una de la tarde, «horas en que tendrán lugar las experiencias de aviación que el señor La Cierva se propone ejecutar, dando a conocer su invento«.

Córdoba Gráfica se hizo eco de tan señalada visita del afamado ingeniero que llegó pilotando el último modelo de autogiro de su invención, acompañado por su esposa, afirmando que «pocas veces podríamos registrar en la crónica de la ciudad hechos tan justos y que tanto la enaltezcan como el homenaje tributado (…) a don Juan de la Cierva y Codorniú«. » (…) toda Córdoba vibró de cordialidad y muchos millares de personas se trasladaron al lugar de referencia para dar la bienvenida y despedir al ilustre ingeniero que ha conseguido que la navegación aérea, en aparatos menos pesados que el aire, pueda hacerse con garantías, casi absolutas, de seguridad. Durante el escaso tiempo que el señor La Cierva permaneció entre nosotros no cesaron los aplausos y las aclamaciones, prueba evidente de la admiración que se le profesa y de la gratitud que le debíamos por haber accedido a la invitación que le fué hecha en nombre del Ayuntamiento y de la Diputación para que nos visitara«.

Juan de la Cierva llegó, vio, convenció y se fue camino de Sevilla escoltado por las avionetas y la patrulla militar que aterrizaron antes de su llegada a Córdoba. Antes, durante dos horas, sobrevoló repetidas veces el atestado campo de aterrizaje para deleite de todos los curiosos allí congregados, siendo jaleado como si fuera un héroe nacional, que lo era en su época y que había sido denominado «insigne ingeniero, honra de España» en la prensa. Terminados los vuelos, fue obsequiado por Ayuntamiento y Diputación con un vino de honor e inmediatamente partió con rumbo a la capital hispalense. Fue un auténtico acontecimiento. Se decretó día festivo tanto por el Ayuntamiento como por la Diputación, cerraron tiendas e industrias, no hubo clases ese día en las escuelas públicas y la Compañía del Autobús estableció un servicio especial con cinco coches con destino al aeródromo de Electromecánicas. Todos los coches de la ciudad se emplearon para desplazar a cuantos quisieron asistir a un momento histórico para la ciudad. Y mientras tanto, la banda municipal de música amenizaba el acontecimiento. De la Cierva…Aquel que era tan querido en su país montó su empresa de desarrollo y construcción de autogiros en Gran Bretaña, que puso el capital, construyéndose en Estados Unidos bajo licencia, mientras en España la aviación estaba en mantillas. Paralelismo con Isaac Peral más que evidente. Y, caprichos del destino, falleció este ingeniero en un accidente aéreo, al estrellarse en el despegue en Croydon el avión DC-2 en el que emprendía viaje, el 9 de diciembre de 1936, a la edad de 41 años. Sobre él se ha extendido la sombra de que conspiraba desde Londres contra la República y que fue quien intermedió para obtener el avión en el que Franco viajó de Gando a Tetuán para ponerse al frente de las tropas sublevadas, el famoso De Havilland Dragon Rapide. Colectivos memorialistas pusieron en su punto de mira a Juan de la Cierva, lo que motivó el rechazo del ministerio de Fomento a que el aeropuerto de Murcia llevara su nombre, acogiéndose a la Ley de Memoria Histórica y, de prosperar su pretensión, habrá que cambiar el nombre a muchas calles, polígonos industriales e institutos a lo largo y ancho del país dedicados a este ingeniero y piloto, constructor del primer aparato de fabricación española que surcó los cielos, del primer trimotor español y, por supuesto, del célebre autogiro. 

Autor: Carlos Garcia Merino.