La joven promesa del flamenco, el toledano Israel Fernández, dejó boquiabierto al público del Gran Teatro de Córdoba. Con sólo 34 años, ya es un artista consagrado en el panorama flamenco de este país, nominado a los Grammy Latinos en 2021 en la categoría de ‘Mejor álbum flamenco’ y ganador ese mismo año del premio Odeón al mejor álbum flamenco.

Fernández tiene las ideas claras y, abrazando la tradición con valentía y orgullo, asombra al público más variopinto que ha acogido nunca el Festival de la Guitarra de Córdoba, aficionados que abarcan un espectro de edad que va desde los 20 a los 60 años.

Irrumpe en el escenario con un arnés de caballo y una mujer que lo lleva amarrado, una cruz y un telón de fondo que se asemeja a un establo. No es casualidad que la canción que acompaña la actuación sea «Soleá’ de mi casa», un homenaje a su familia, a sus orígenes y a los recuerdos que le unen a un pasado que nunca ha estado más presente.


La fuerza del artista toledano reside precisamente en su capacidad para mezclar presente y pasado, creando una mezcla de sueño, memoria y realidad que cautiva al público. El suyo no es sólo un espectáculo musical; la voz rota y desgarrada de su cante, el sonido vivo y metálico de la guitarra de Diego del Morao, la percusión de Ane Carrasco y las palmas de Marcos Carpio y Pirulo, se acompañan de una presencia escénica asombrosa. Los personajes en escena parecen los de un cuadro de Caravaggio iluminados por un haz de luz lateral que dota de misterio y dramatismo a la narración, regodeándose en los sujetos, dejándolos en penumbra.

El cantautor presentó al público cordobés su nuevo disco ‘Pura Sangre’, que anticipó con un discurso muy emotivo sobre la importancia de volver a las raíces. Un trabajo en el que se funden tradición y vanguardia, sin traicionar nunca los orígenes del género, los de sus ídolos Camarón de la Isla, Paco de Lucía, Manolo Caracol. Un disco que contiene temas muy íntimos, canciones que hablan de su familia, de su cultura y de sus raíces orgullosamente gitanas y, sobre todo, de los valores que han forjado al jovencísimo cantautor.


Sin embargo, el artista se empeña en señalar que esto es pura contingencia, saber cantar flamenco es un idioma que se puede hablar como cualquier otro, y como relata el cantaor en una entrevista: «Si los gitanos saben hablar en flamenco, será porque nos han envenenado».
La canción con tintes más modernos y experimentales fue sin duda «Seré silencio», un canto al silencio y a la quietud que el artista siente necesaria para reflexionar y concentrarse en la escritura de sus letras y su música.


El espectáculo del carismático cantaor se cierra con Fandangos, un canto a la tradición y a la alegría de compartir con la propia comunidad así como con el público.