J. Peña
Las adicciones en niños son una problemática frecuente en nuestro país. Una adicción es la dependencia de sustancias o actividades nocivas para la salud o el equilibro psíquico.
Sin embargo, existen adicciones sin sustancia. De hecho, son las más comunes de encontrar actualmente, como la adicción a los videojuegos, a Internet o al smartphone. Predominan en la edad infantil y generalmente se refieren a su uso en tecnología. Es decir, no es hasta la adolescencia cuando las adicciones a sustancias adquieren mayor importancia y riesgo.
Al hablar de adicciones en niños distinguimos si se trata de una adicción real. «Muchos terapeutas y personas de a pie utilizan este término de forma incorrecta«, nos comenta María Florit, psicóloga licenciada en Francia. Es importante diferenciar entre la adicción, que conlleva una dependencia y abuso de la actividad, o el consumo excesivo de la misma.
Por tanto, solo podemos considerar adicción cuando conlleva dicha dependencia, que desencadena una enfermedad crónica. Es decir, no se trata de un abuso, sino de la incapacidad para controlar esa necesidad imperiosa. Es por eso que los adictos harán cualquier cosa para poder satisfacer esta adicción, incluso si conlleva actos perjudiciales contra sí mismos.
Para ilustrarlo mejor, «hablar de un alto consumo o uso, como un teléfono móvil o videojuegos, no implica una adicción a los mismos», apunta Antonio Espinosa, psicólogo cordobés. En contraparte, si la persona no puede prescindir de estos, entonces es cuando hablamos de dependencia. En consecuencia, la persona adicta descuidará cualquier deber por ejercer esa actividad de forma abusiva.

No hay ninguna razón en particular que derive en una adicción. Al ser cada caso tan diferente, todos los factores pueden variar completamente. Es por eso por lo que no existe unas instrucciones únicas de cómo actuar frente a ciertos comportamientos. Cada situación es única, personal e intransferible.
Sin embargo, se puede hablar sobre factores que pueden desembocar en el desarrollo de ciertas adicciones. Por ejemplo, parece lógico pensar que la falta de una educación frente a los riesgos que conlleva una adicción puede influir en el desarrollo de la misma. Además, «la no supervisión por parte de los padres o figuras de autoridad, al igual que la no imposición de unas normas y medidas a seguir, pueden implicar una mayor facilidad de cara al desarrollo de alguno de estos comportamientos», afirma Beatriz González, psicóloga en Madrid.
De todas formas, no todo es cuestión de educación y disciplina. Existen otros causantes de estos comportamientos como problemas personales. Emociones que influyen negativamente a la persona pueden conllevar una forma de escapar de su realidad, según la Biblioteca Nacional de Medicina. Esta es una de las principales razones de consumo de sustancias que pueden acabar implicando una adicción.
También se utilizan estos hábitos para crear una imagen propia, que los jóvenes creen que les ayudan a socializar más. Asimismo, la falta de un componente social en la vida del menor puede implicar la búsqueda de aislamiento o de una vida alternativa, lo que acaba siendo un oxímoron de sí mismo. Es aquí donde entran en juego los videojuegos y la tecnología, principalmente las redes sociales.
Para poder alertar si un niño posee algún grado de adicción, podemos observar una serie de síntomas. Estos síntomas son independientes en cada tipo de adicción. Por ejemplo, no son los mismos comportamientos los de un individuo adicto a las drogas que los de un adicto a los videojuegos.

Los síntomas pertenecer tanto a un espectro emocional como fisiológico. Podemos observar irritabilidad, cambios de ánimo, o ansiedad. Además, se suelen vincular con problemas estomacales o desórdenes del sueño o alimenticios, entre otros.
No obstante, apreciar estas conductas en un niño no significa que necesariamente tenga que estar pasando por una adicción. Por ejemplo, los desórdenes alimenticios pueden ser un síntoma de otros problemas o enfermedades, como es el caso de la bulimia.
Pese a que las adicciones en niños pueden ser diversas, hay ciertas que son consideradas más comunes que otras. Aunque no se conocen todas las adicciones y cada vez se están sumando más a la lista por el surgimiento de nuevas tecnologías, podemos elaborar una lista de las más frecuentes.
-Nuevas tecnologías. Aquí podemos meter tanto Internet, como el smartphone y las redes sociales. Esta es una de las adicciones más complicada de detectar, ya que la tecnología forma parte de nuestra vida. Se utilizan estas tecnologías para evadirse de la realidad, aunque esto suele acarrear más problemas que virtudes.
-Videojuegos. De la mano de las nuevas tecnologías llega la adicción a los videojuegos. Al igual que pasa con la tecnología, «el menor utiliza el mundo virtual que crea el videojuego para aislarse de la vida real» explica Maria José Padilla, pedagoga en un centro. Además, la accesibilidad a videojuegos ha ido extendiéndose con el tiempo. Al principio solo se podía jugar en casa, más tarde nacieron las consolas portátiles, y actualmente, entre los videojuegos en línea y los que se juegan en móviles, que fomentan la adicción, el abuso de los videojuegos se está convirtiendo en una realidad cada vez más peligrosa.
-Televisión. Aunque cada vez menos frecuente, el abuso de la televisión sigue siendo un comportamiento preocupante. Además, este mal uso en niños viene desencadenado muchas veces por padres que también desempeñan estos hábitos nocivos. El gran problema que tiene la televisión es que es uno de los comportamientos más normalizados por todas las generaciones, a diferencia de las adicciones relacionadas con las nuevas tecnologías.
-Sustancias. Son las adicciones más comunes. En ellas se consideran el alcohol, las drogas y el tabaco, por ejemplo. Estas se utilizan por parte de los niños para refugiarse de problemas personales, sociales y/o familiares.

Cualquier intervención en menores, por lo tanto, tiene como objetivo inicial el que el niño tome consciencia de su adicción. Anthony de Tello decía que «solo controlas aquello de lo que eres consciente. El resto te controla a ti». De esta forma se podrán empezar a desarrollar pautas de autocontrol que resulten verdaderamente efectivas y sostenibles en el tiempo. En el tratamiento se enseña al niño a reconocer y manejar sus emociones, de manera que pueda controlar sus comportamientos; este es un primer paso para poder evitar las conductas compulsivas y empezar a limitar sus hábitos de consumo.
Por último, también suele ser crucial la intervención sobre el resto de la familia. Tan importante como enseñar al niño a controlarse, es entrenar al entorno familiar. Los padres necesitan conocer cómo actuar ante su hijo y qué pautas de comportamiento establecer. Esto les proporcionará herramientas y estrategias para ayudar al menor a controlar sus impulsos y evitar actitudes impulsivas.