«El estímulo luminoso de los dispositivos electrónicos hace que el núcleo supraquiosmático -ubicado en el cerebro- reciba la información de que es de día. Y cuando esto ocurre, no segrega las sustancias que debería para que nos entre sueño», así lo explica Teresa Sánchez Mendieta, neurofisióloga del Hospital San Juan de Dios de Córdoba.
Los trastornos del sueño se multiplican en la sociedad del siglo XXI y mucho tienen que ver, en ocasiones, nuestros malos hábitos. A la consulta de esta especialista llegan cada día pacientes con insomnio, apnea, síndrome de las piernas inquietas, ect, en busca de una solución.
Sin embargo, lo esencial es un buen diagnóstico a tiempo. Pero, ¿qué es estrictamente trastorno del sueño?
«Se considera trastorno del sueño patológico el que afecta al rendimiento físico o psíquico durante el día, una repercusión de ese mal dormir durante la noche», afirma la doctora.
Además, indica que «los dos tipos más frecuentes son el imsomnio y la apnea». En este sentido, Sánchez Mendieta recalca que «el insomnio es un trastorno de mantenimiento o conciliación del sueño que afecta a las capacidades durante el día».
Calidad más que cantidad
Y advierte: «No se considera insomnio si alguien duerme cinco o seis horas durante la noche pero durante el día está en plena forma. Insomne es quien no consigue dormir lo imprescindible o se despierta antes de lo que considera necesario. El resultado es que durante el día genera problemas, como dificultad de concentración o somnolencia, que dificultan la capacidad de conducir o manejar maquinaria peligrosa, provoca ansiedad y mal humor».
Para recuperar o mantener ese tan ansiado sueño reparador hay varias opciones: «Se puede recurrir a tratamientos farmacológicos en momentos puntuales. Ahora bien, lo primero que hay que distinguir es si se trata de un insomnio primario (sin causa aparente) o se trata de un insomnio reactivo a otra causa, ya sea una enfermedad psiquiátrica, una depresión, trastornos de ansiedad… o bien una enfermedad médica que genere esa falta de sueño», explica la experta.
No obstante, subraya que «en caso de que seas capaz de saber cuál es la causa del insomnio puntual, un tratamiento farmacológico sería lo más indicado porque tenemos una causa y cuando esa causa desaparezca, seguramente ese insomnio también mejore».
El éxito de la constancia
En otros pacientes, lo mejor es recurrir a terapias conductuales: enseñarle a la mente cuándo tiene que dormir.
«Deberemos decantarnos por una técnica u otra en función de la severidad del insomnio. Además, es fundamental tener una buena higiene del sueño, que consiste en tener horarios regulares, evitar dormir siestas, etc…Y en el caso de transcurrir más tiempo del que consideramos suficiente para conciliar el sueño sin conseguirlo, lo mejor es levantarnos de la cama y ponernos a hacer una actividad relajada», asegura la doctora.
Añade que «hay que ir de menos a más. Podemos empezar con infusiones y pasar a tomar melatonina -una sustancia más o menos natural que induce al sueño pero no es un hipnótico».
No obstante, destaca que «un insomnio primario no suele tener solución definitiva. Es muy complicado porque hay que ser muy constante en la higiene del sueño».
El otro gran caballo de batalla en su consulta es la apnea del sueño.
«Se considera que alguien tiene apnea del sueño cuando tiene pausas en que deja de respirar durante más de diez segundos más de cinco veces en una hora», puntualiza Sánchez Mendieta.
«En esta afección también hay grados. En la mayoría de las ocasiones se producen microdespertares de los que el paciente no se percata y se despierta con un fuerte ronquido», asegura.
Y añade: «El problema es que si eso ocurre con mucha frecuencia el sueño acaba siendo de muy mala calidad. Así pues, la arquitectura del sueño se desesctructura continuamente: el paciente está constantemente empezando a dormir. Y las fases REM o de sueño más profundo se hacen más infrecuentes, de ahí que se levante con embriaguez del sueño y una excesiva somnolencia diurna ya que el descanso nocturno es escaso o nulo»
La mascarilla más deseada
Para diagnosticar la apnea se recurre a dos pruebas: la poligrafía respiratoria (que se hace en casa del individuo) con la que se miden parámetros respiratorios; y la polisomnografía, que registra las fases del sueño y se lleva a cabo en el propio hospital.
«Una vez que diagnosticamos una apnea moderada o severa, tendremos que establecer el tratamiento correspondiente. En los casos leves, debe haber entre cinco y quince apneas por hora y se le recomienda que pierda peso (si así es necesario) y que deje de fumar.».
Otra solución bastante efectiva son «los dispositivos de avance mandibular, que desplazan la mandíbula inferior hacia adelante de forma que se amplia la zona de paso de aire».
Una tercera vía apunta directamente a la consulta del otorrino: «Le enviamos al paciente para que determine si hay una causa física que motive esa apnea (vegetaciones, úvula grande, ect)».
No obstante, cuando esta neurofisióloga se topa con un caso moderado -de entre 15 y 30 apneas a la hora- o a uno severo -con más de 30 apneas por hora- suele recurrir a la Mascarilla CPAP que mantienen abierta la vía respiratoria, con lo que «se proporciona un sueño más reparador».
Rocío Górriz/ Fotos: Laura Martín